Biografía - Museo Raimondi

Biografía

Antonio Raimondi nació en Milán el 19 de setiembre de 1824. Poco se sabe de su infancia, sin embargo siempre manifestó una clara inclinación por el estudio de la naturaleza. La elección del Perú como destino para sus investigaciones fue un hecho conciente y emotivo. El desconocimiento científico de la legendaria tierra de los incas fue su primer estímulo; por otra parte, surgió en él una especial simpatía por nuestro país debido a la honda impresión que le causó ser testigo de la mutilación de un cactus gigante de origen peruano en el jardín botánico de Milán.

Llegó al Callao un 28 de Julio de 1850, huyendo de los horrores de la guerra por la independencia y unidad de Italia, causa en la que participó como miliciano durante las cinco jornadas de Milán. A su llegada, el gran médico peruano Cayetano Heredia lo acogió en el colegio de la Independencia, futura facultad de Medicina de San Fernando, reconociendo en el joven italiano grandes talentos que le permitieron confiarle importantes responsabilidades. El tiempo confirmó que no estaba equivocado.

Raimondi pertenece a una estirpe clásica de investigadores denominados naturalistas. En ellos la motivación por el aprendizaje no repara en ninguna limitación, sean estas humanas o naturales. Nada fue impedimento para sus exploraciones e investigaciones; ni el territorio más accidentado ni la más compleja rama de las ciencias resistieron su ímpetu por el conocimiento.

A lo largo de sus viajes recopiló todo cuanto pudo registrar con respecto al paisaje natural y social que reconoció a su paso. Plantas, animales, insectos, muestras minerales, fueron colectadas sistemáticamente mientras medidas barométricas, observaciones meteorológicas y croquis precisos complementaban la información sobre las distintas regiones por las que pasó. A ello sumémosle su interés explícito por todo cuanto pudo conocer o descubrir de las poblaciones actuales y antiguas, agrupadas ya sea en modernas aldeas o vislumbradas a partir de antiguos monumentos arqueológicos.

Documentó los yacimientos de carbón mineral del litoral piurano, analizó y cuantificó el guano de las islas Chincha, verificó el salitre de Tarapacá, recorrió las remotas provincias auríferas de Carabaya y Sandia, navegó el Marañon, Ucayali y Amazonas, entre los ríos orientales más importantes, levantó planos de ciudades como Cajamarca, Chachapoyas, Huancavelica o de notables monumentos arqueológicos como Huanuco Pampa o la Fortaleza de Paramonga. Descubrió la estela Chavín como la imponente puya; los que llevan hoy su nombre en homenaje a su obra.

En 1869, año de la culminación de sus viajes, se casó con la dama huarasina Adela Loli, con quien tuvo tres hijos: Enrique, María y Elvira. Desde ese entonces, a su apremio por poder culminar su obra en vida, se sumó la preocupación permanente por la adecuada manutención de su familia.

Resulta impresionante el respeto e importancia que científicos de todas partes del mundo le testimoniaron su admiración. Exploradores con explícito interés en la arqueología como el norteamericano Geoge E. Squier o los alemanes Williem Reiss y Adolph Stubel (este último maestro de Max Uhle); el geólogo George Kunz o paleontólogos como Louise Agassiz y William Gabb; viajeros como el francés Charles Weiner, autor de la célebre obra Perú y Bolivia; naturalistas como el italiano Luigi Pigorini, los polacos Jan Stolzmann, Konstanty Jeiski y Ladislas Taczanowski o el alemán Teodoro Wolf. Incluso historiadores de prestigio, como el inglés Sir Clements Markham le rindieron en vida los más altas consideraciones.

A pesar de la distancia con Europa, sumado a su espíritu sereno y poco afecto a la exposición publica, Antonio Raimondi fue el principal referente científico de nuestro país de la segunda mitad del siglo XIX. Su personalidad como méritos intelectuales le valieron ser reconocido como integrante distinguido de las más importantes asociaciones científicas del mundo. Fue nombrado miembro honorario de la Real Sociedad Geográfica de Londres, la Sociedad Italiana de Antropología, Etnología y Psicología Comparada y la Sociedad Geográfica de París, entre otras múltiples membresías no menos notables. Sin duda Raimondi era por mérito propio una de las personalidades más requeridas y cosmopolitas del Perú de aquellos años.

A nivel local fue honrado en vida con el Grado de Doctor en Ciencias Naturales y nombrado Profesor Honorario de la Facultad de Medicina, estos dos últimos títulos por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En 1853 realizó su primera misión oficial al servicio del estado peruano; desde 1858 sus expediciones y la publicación sus obras más importantes corrieron por cuenta de dineros fiscales. Su prestigio y seriedad le valieron ser reconocido como consultor científico del Estado prácticamente durante toda su vida. La mejor ruta para la construcción de una vía férrea, la ubicación de variados yacimientos mineros, la certificación de muestras minerales, criterios para la demarcación territorial o consultas sobre conflictos limítrofes con naciones vecinas, entre otros múltiples temas, constituían sus requerimientos laborales permanentes, a la vez de fundamento de su economía, nunca muy holgada.

El 26 de octubre de 1890 afectado por una larga dolencia, el sabio fallece acompañado de su hija Elvira, en casa de su compatriota y amigo Alejandro Arrigoni, en la localidad de San Pedro de Lloc, La Libertad. Sus restos reposan en el cementerio Presbítero Maestro de Lima, en mausoleo especialmente construido en su homenaje. Su legado científico y de visiones representa uno de los capítulos más hermosos en la historia universal de las ciencias naturales. La tarea de la divulgación de su obra y su fe inquebrantable por el Perú, se renuevan generación tras generación, entre quienes encuentran en el ejemplo de su vida, inspiración para un futuro mejor.

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